Propias de otro siglo

Día a día la jerarquía de la Iglesia española sigue empujando en pleno siglo XXI a sus fieles a comulgar con ideas precursoras de un integrismo religioso impropio de una sociedad no sólo avanzada sino libre. Sin intenciones de entrar en el manido debate sobre la libertad al aborto, ahora avezado por la dispensación de la 'píldora del día después' en las farmacias sin receta médica, las últimas palabras del arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, en su artículo ¡Gracias, SantoPadre! de Odisur, y revelado por Público.es, dejan algo más que una sensación palpable de que la Iglesia Católica se mueve en España, al menos, en los límites de lo retrógrado y la imprudencia social.
Retrógrado e imprudentes son los mínimos calificativos que se le pueden apuntar a las consideracíones lanzadas por uno de los jerarcas de la Iglesia, que avalan en su artículo la idea de que "el uso de condones ha propagado el SIDA en Africa".

¡Gracias, Santo Padre! por mantener entre los encargados de dar a conocer tu evangelio y enseñanzas a personas como ésta. La división entre Iglesia y sociedad no puede ser más patente. Su ansia por hacer imponer sus creencias religiosas a cualquier precio y sobre toda la sociedad, conformada por multitud de personas de todas las creencias, llevan aparejado un divorcio entre unos y otros cada vez más acentudado.
Dice el refrán que 'por más repetir una mentira no se convierte en verdad'. No parece entenderlo la jerarquía de la Iglesia que, en su completa libertad de expresar lo que ellos consideran oportuno, deben guardar los límites de lo prudente.
Sus afirmaciones, impropias del momento en el que vive la sociedad, empeñada en desterrar esta enfermedad a través de medios como los anteriormente criticados por el católico, llegan acompañadas por perlas como la comparación de la actual sexualidad con la de los animales.
Una y otra vez la Iglesia española busca negar la evidencia y recala en posturas indefendibles, cuyas justificaciones tienen incluso complicada defensa sobre los púlpitos.
¡Gracias, Santo Padre! por estas palabras deben pensar los cientos de misioneros que día tras día colaboran con los enfermos de SIDA en África. Quizá al lado de la enfermedad la perspectiva de la realidad cambia. Pocos, quizá ninguno, apoyen las palabras del arzobispo, ligadas a la postura anteriormente defendida por el Papa, mientras alientan los últimos suspiros de vida de sus enfermos. Qué realidad tan extraña...

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